jueves, 14 de marzo de 2024

En ciencia y tecnología el laberinto de las confusiones

S
esenta y ocho científicos que recibieron el Premio Nobel firmaron una carta dirigida al Presidente advirtiendo sobre daños irreparables causados a la ciencia argentina. Veintiún laureados en química, veintiséis en medicina, veinte en física y curiosamente sólo uno en economía manifestaban así su profunda preocupación. Observaban que el sistema argentino de ciencia y tecnología se está acercando a un peligroso precipicio y les causaba desaliento considerar las consecuencias que esta situación podría tener, no solamente para el pueblo argentino, sino para todo el mundo. 

Publicado en La Nación el 14 de marzo de 2024 bajo el título "La tentación de definir a priori cuál ciencia es beneficiosa y cuál no"

lunes, 13 de noviembre de 2023

Sabato 4.0 El triangulo de Sabato medio siglo después

Los pioneros del desarrollo tecnológico en América Latina tuvieron ideas muy claras acerca del papel del conocimiento en los procesos económicos. Muchos fueron tributarios del pensamiento de la CEPAL y otros se alimentaron de la visión que la OEA alguna vez impulsó acerca de la ciencia y la tecnología como elementos críticos para el futuro de la región. De todo aquel conglomerado de ideas y experiencias la síntesis más acabada y también más difundida la formuló Jorge Sabato (en colaboración con Natalio Botana) con su triángulo cuyos vértices correspondían al estado, la infraestructura científico tecnológica y la estructura productiva. En sus palabras:

Enfocada como un proceso político consciente, la acción de insertar la ciencia y la tecnología en la trama misma del desarrollo significa saber dónde y cómo innovar. La experiencia histórica demuestra que este proceso político constituye el resultado de la acción múltiple y coordinada de tres elementos fundamentales en el desarrollo de las sociedades contemporáneas; el gobierno, la estructura productiva y la infraestructura científico–tecnológica. Podemos imaginar que entre estos tres elementos se establece un sistema de relaciones que se representaría por la figura geométrica de un triángulo, en donde cada uno de ellos ocuparían sus vértices respectivos” (Sabato y Botana, 1968).

jueves, 5 de octubre de 2023

Coda: Centralizar o descentralizar ¿Con Ministerio de Ciencia se produce mejor ciencia?


Daniel Bell (1994), uno de mis autores favoritos, agregó a su libro sobre el advenimiento de la sociedad postindustrial un apéndice al que denominó Coda, como si fuera una partitura, que resultó ser tan extenso como el propio libro, con la particularidad de que muchas de sus historias más sabrosas se encuentran en ese amplio relato final.


¿Volver a las fuentes?

Salvando las distancias, algo parecido me ocurrió después de anunciar que con la cuarta entrega daba por concluida la serie dedicada a la necesidad de cambiar en materia de política científica y tecnológica. Una pregunta empezó a instalarse en mi cabeza: ¿y si volvemos -en alguna medida- al diseño original y se le da al CONICET un perfil inspirado en el de sus orígenes? Eso, por supuesto, implicaría cambiar radicalmente muchos rasgos y procedimientos del actual CONICET, pero es probable, además, que habría que cambiar muchos otros aspectos del sistema institucional de la ciencia y la tecnología e incluso atreverse a pensar si eso no haría innecesaria la existencia del MINCYT. Puede ser una simple coincidencia, pero en los momentos en que la ciencia argentina alcanzó sus hitos más destacados no había ministerio de ciencia. No lo había cuando Houssay, Leloir y Milstein obtenían el Premio Nobel, ni cuando Jorge Sabato o Amílcar Herrera formulaban sus modelos de desarrollo del país dándole un lugar destacado a las instituciones académicas, junto a las productivas y al propio gobierno. El problema que se juega en el fondo de la elección del diseño institucional más adecuado es si se debe optar por un modelo centralizado o descentralizado.

domingo, 3 de septiembre de 2023

Cambiar para cambiar. Parte 4. Cambiar es rediseñar

El problema de la política científica y tecnológica en Argentina se ha instalado en el debate público de la peor manera posible. No solamente por el tono desmesurado  con el que se plantea el debate, sino porque además se incurre en un importante error al simplificar el problema, como si se tratara solamente del CONICET. Más allá de su importancia, el CONICET representa una cuarta parte de los investigadores con los que cuenta el país. La mayor parte de ellos, como ya hemos visto, se encuentra en las universidades nacionales. Por lo tanto, el sistema institucional de la ciencia y la tecnología (o el sistema de innovación, según otra mirada) se compone de muchas otras instituciones públicas y privadas; las universidades entre ellas, además de organismos como el INTA, el INTI, la CNEA, la CONAE y también las empresas y otros actores del ámbito privado.

viernes, 18 de agosto de 2023

Cambiar para cambiar. Parte 3. Pero cambiar no es destruir…

 

Cuando me dispongo a editar la tercera entrega de la saga sobre la necesidad de cambios profundos en la política científica y tecnológica ha estallado en todos los medios la noticia de que Javier Milei se propone terminar con el CONICET, además del Ministerio. Sinceramente, no creo que pueda llegar a hacerlo, pero el clima se ha enrarecido mucho en 24 horas en torno a la política científica. Frente a la irracionalidad con poder es muy difícil argumentar. Y cuando repentinamente la discusión se polariza (en un país aficionado a toda clase de grietas) es difícil también sumarse a alineamientos dogmáticos, de un lado o del otro. En una entrevista publicada en Clarín, Lino Barañao reconocía que “hay que realizar ‘una modificación’ en el Conicet, como generar una mayor difusión de las cosas que se hacen e impactan en la sociedad” para evitar que algún Milei pretenda liquidarlo. Si de eso se trata, Lino, que fue ministro durante doce años ¿por qué no lo hizo? Seguramente por la dificultad que ello implica.

Consciente de que no es fácil encontrar un camino intermedio, seguiré con la argumentación que venía desarrollando en las entradas anteriores, aunque la aceleración de los sucesos de estos días pueda hacer que suene extemporáneo, pero las discusiones in extremis no deben anular la posibilidad de pensar y decir lo que se piensa. El CONICET debe cambiar. La política científica debe cambiar, pero nada debe ser destruido. El país necesita fortalecer, no debilitar o aniquilar su capacidad científica y tecnológica, ya que le es necesaria para desarrollarse.

viernes, 21 de julio de 2023

Cambiar para cambiar. Parte 2. ¡Ah, pero las ciencias sociales…!

 

En la primera parte de esta mirada sobre la producción científica de los investigadores argentinos veíamos que publican en menor medida que los de otros países latinoamericanos en revistas relevadas en bases de datos internacionales como SCOPUS. Cabe entonces preguntarnos por qué ocurre esto. Una primera respuesta (no azarosa, sino de circulación real en ciertos grupos) es que en realidad publican menos porque prefieren publicar en revistas locales o regionales. ¿Será cierto o se trata de una postura ideológica basada en el supuesto de que es necesario resistir a una ciencia hegemónica e impulsar una ciencia más estrechamente vinculada con necesidades latinoamericanas? Otras respuestas de circulación corriente, vinculadas con el supuesto anterior, se orientan a adjudicar el problema al peso (excesivo o escaso, según la mirada) de las ciencias sociales. Por otro lado, hay quienes creen que el problema se deriva de que los grupos de investigación en Argentina tienen menos cooperación internacional y que esto se refleja en las publicaciones de mayor acceso global. Otra hipótesis es que lo que ocurre es el reflejo de decisiones políticas y de la disposición de los incentivos. Vamos a repasar algunas de estas hipótesis o meras suposiciones.

viernes, 23 de junio de 2023

Cambiar para cambiar Parte 1: La producción científica argentina decae

 


“Si queremos que todo siga como está -decía el joven Tancredi en Il Gattopardo de Lampedusa- necesitamos que todo cambie”. En resumen, cambiar para que nada cambie. En este texto reflexionaré sobre el gatopardismo y sus consecuencias negativas para el desarrollo del país, aunque me limitaré a focalizar mi análisis sobre la política científica y tecnológica. Es necesario que haya cambios reales: cambiar para cambiar y no lo contrario. El modelo no va más, y es curioso que muchos investigadores, como lo señalé en una entrada anterior, no se hayan percatado de ello.